MANUAL DE EPICTETO
TEXTO APROPIADO PARA LA MEDITACIÓN

33. SABER HACER
Guarda frecuente
silencio, no digas más que las cosas necesarias, y dilas en pocas palabras. Cuando
la ocasión lo exija, habla, pero no de cosas triviales y comunes: no hables ni
de juegos de fútbol, ni de la lotería, ni de estrellas de cine, ni de bebidas,
ni de comer, que son tema de conversación ordinaria. Sobretodo no hables nunca
de persona alguna, ni para injuriarla ni para alabarla, ni para hacer
comparaciones.
Si pueden entonces, has
caer por tu discurso, la conversación de tus amigos, sobre lo que es decente y
conveniente, y si te encuentras con extraños, cállate. No rías, ni mucho, ni
frecuente, ni con exceso. Evita, si se puede del todo, el juramento, y si no,
según lo permitan las circunstancias.
Evita los convites
públicos y de quienes no sean filósofos, pero si has de hacerlo, redobla la
atención sobre ti mismo, a fin de no dejarte llevar por los modos y maneras de
hacer del vulgar. Sábete que, si alguno, en estos convites, es impuro, aquel
quien con él se roce, por limpio que sea, será igualmente impuro.
En lo que respecta al
cuerpo, sólo usa lo estrictamente necesario cuando las necesidades del alma lo
demanden, por ejemplo; el alimento, el vestido, el techo, la servidumbre. Y excluye
lo que lleve a ostentación o molicie.
Si alguien te hiciere
saber que un individuo habla mal de ti, no te defiendas, ni refutes lo que haya
dicho, sino que responde: “Aquel que ha dicho aquello de mí, ignora sin duda mis
otros defectos, de lo contrario no habría dicho sólo estos.”
No es necesario, en
absoluto, ir de seguido al cine y a los juegos deportivos. Y, asistes en alguna
ocasión, no te preocupes sino por ti mismo, esto es, quiere sólo que suceda lo
que suceda y que venza sólo el vencedor; porque así no tendrás tropiezo. Evita
el gritar o burlarte o conmoverte por algo o por alguien. Y una vez te hayas
alejado, no hables mucho de lo que has visto, pues esto no serviría para
corregir tus errores, ni te tornaría un hombre más honesto; ya que estas largas
entrevistas testimonian que sólo el espectáculo ha llamado tu atención.
No vayas ni a los
espectáculos, ni a las piezas de teatro, o al menos, no sin motivo. Pero si allí
te encuentras, guarda gravedad y compostura, y no muestres desagrado. Cuando
debas conversar con alguien, sobretodo con quienes se considera superiores en
la ciudad, proponte a ti mismo, la pregunta sobre lo que hubieran hecho en tal
ocasión Sócrates o Zenon. Por este medio, no estarás embarazado por hacer lo
que es de tu deber y por usar convenientemente lo que ocurra.
Cuando visites a
alguien poderoso, imagínate de antemano que no le encontrarás en casa, o que se
negará, o que no se dignará abrirte la puerta, o que no se ocupará de ti. Si, a
pesar de esto, deber allí ir, soporta lo que llegue y no te digas “no valía la
pena”. Pues es lenguaje de un hombre vulgar, de un hombre sobre el que las
cosas exteriores tienen mucho poder.
En las conversaciones
ordinarias, evita recordar muy a menudo y sin medida algunos de tus hechos o
peligros por los que has pasado. Pues el oír tales cosas, no agrada a los
demás, ni a ti mismo el recordarlas.
Evita incluso jugar el
papel de hazme reír. Uno es inducido por tal vía a deslizarse en el género de
aquellos que no son filósofos, y al mismo tiempo esto puede disminuir el
respeto que de ti se tiene.
Es igualmente peligroso
dejarse llevar por discursos obscenos, chistes vulgares, y, cuando te
encuentres con tales conversaciones, que no faltan, si la ocasión lo permite,
reprende a quien lo inició, o al menos que tu silencio, testimonie, por el
rubor de tu frente y por la severidad de tu rostro, que estos modos de
conversación no te gustan.
http://www.librodot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario